El Primer Milagro de Santa Carmen Sallés en M. Amelia Román
"Madre, consígueme la curación para todo el tiempo necesario, hasta que pueda ser considerado como un milagro válido para tu beatificación. Y después, si Dios lo quiere, que me vuelva a enviar la misma enfermedad u otra peor".
Esta oración es un grito del corazón, rebosante de cariño, de generosidad y hasta de un ingenuo atolondramiento, semejante al de Maria Magdalena en la mañana de la Resurrección, cuando le decía al supuesto hortelano: "Señor si te lo has llevado, dime donde lo has puesto y yo iré y me lo llevaré" (Jn., 20, 15) Y es que bien decía Pascal que el corazón tiene razones que la razón desconoce...
La orante era la concepcionista Hermana Amelia Román Villar, otrora joven rebosante de salud hasta que a sus 29 años empezó a sentir fuertes dolores de espalda, a la vez que su peso disminuía sin cesar.
La visitaron médicos de Pamplona, Alicante, León, Madrid... Le recetaron cama dura, baños de sol; hasta botones de fuego, ante la aparición de un absceso purulento. Todo en vano. El diagnóstico medico fue de una "espondiolitis tuberculosa, en estado tan avanzado que supone forzosamente incurabilidad absoluta en cuanto a la lesión, y fatal para la vida de la enferma en pocos años”.
Pasaron dos. El diagnostico se mantenía, pero las expectativas de vida se habían acortado: "ningún tratamiento quirúrgico es posible -dijeron los médicos del Hospital de San Carlos-, la muerte es cuestión de meses".
A morir se fue, a San Lorenzo de EI Escorial, que fue el lugar aconsejado por el médico de cabecera. Pero una vez allí, la enferma hizo la oración que abre estas líneas; hizo, también, una novena pidiendo la curación "por intercesión de M. Carmen”. Todos los días la hicieron con ella sus hermanas de la comunidad de profesas y las jóvenes del noviciado.
Menos el ultimo día, el noveno, en que la mayor parte de la comunidad atendía a unas familias venidas de Madrid. Pero la Ha Amelia y las novicias no faltaron a la cita. Al contrario, redoblaron la intensidad de su fe y de su esperanza. Y ocurrió. La Ha Amelia experimentó una sensación "como si una memo suave recorriera mi espalda "... Primero se enderezó, luego se arrodilló, se agachó, puso los brazos en cruz... ¡todos los gestos que le habían estado vedados por la enfermedad! Ni el menor dolor, ni la menor molestia.
Hubo que vencer la incredulidad de las hermanas, empeñadas en comprobar una y otra vez que era cierto, que estaba curada. Y convencer a la Madre General, o mejor, vencer su prudencia, que impuso un compás de espera para evitar falsas ilusiones. Luego, vinieron de nuevo las visitas a los médicos, la obtención de radiografías que evidenciaban la sustitución de las vertebras dañadas por otras, flexibles y tiernas, como nacidas de nuevo. Y del absceso, ni rastro. El doctor don Ángel Enciso lo explicaba así:
"Todos los síntomas, incluso el absceso cerrado con la cicatriz, sin excepción, había desaparecido; la imposibilidad de movimiento había sido sustituida por una total libertad para todos ellos y las radiografías que mandé obtener confirmaron sin ningún género de duda esta espontanea y rápida curación, sin dejar resto alguno de la dolencia, ni físico, ni funcional".
Vivió cuarenta años más. Y falleció a causa de una enfermedad del aparato digestivo, sin que volviera a sentir la menor molestia en la espalda, a pesar de realizar trabajos físicamente duros. Así lo han testificado varias hermanas que la conocieron y trataron, y algunos de sus familiares, en la ampliación del Proceso realizada en 1991. Durante él, se ha solicitado también la opinión de algunos médicos; uno de ellos, el Dr. Wangüemert, jefe por entonces de la sección de traumatología del Hospital de La Alcaldesa, de San Lorenzo de El Escorial, tras estudiar detenidamente todo su historial clínico, establecía:
"...Por el tiempo de evolución y por la existencia del absceso frio fistulizado, la enfermedad llegó a periodos muy avanzados que, indiscutiblemente, en el hipotético caso de curación, habría dejado señales clínicas y radiológicas como deformación ósea y fusiones vertebrales, con calcificación de los abscesos, lo cual supone imágenes visibles en las radiografías posteriores, en las que, sin embargo, no aparecen... "
"... Por todo esto y después de haber visto las radiografías realizadas por el Doctor Arce en 1952, creo es tamos en condiciones de afirmar que la Hermana Amelia Román Villar padeció una Espondilitis fímica abscesificada y fistulizada (mal de Pott) que desapareció por crisis, no dejando señal radiográfica en sus vertebras. Dicha curación, hoy en día, y mas aún en 1934, no tiene explicación medica”.
Tras ser de nuevo estudiada toda la documentación referida a esta curación, por las Comisiones de Médicos, y de Consultores Teólogos, y visto su dictamen, la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, a través de la Comisión de Cardenales y Obispos, ha llegado a la conclusión de que, efectivamente, Dios puso con ella su sello, para confirmar la santidad de Carmen Sallés.