En una nueva catequesis en la Audiencia General, el Papa Francisco recordó este miércoles 22 de febrero que el cristiano “no vive fuera del mundo” sino que “sabe reconocer en la propia vida y en lo que le rodea los signos del mal, del egoísmo y del pecado”.
En una nueva catequesis en la Audiencia General, el Papa Francisco recordó este miércoles 22 de febrero que el cristiano “no vive fuera del mundo” sino que “sabe reconocer en la propia vida y en lo que le rodea los signos del mal, del egoísmo y del pecado”.
En esta ocasión, el Pontífice volvió a la Plaza de San Pedro luego de unos meses en el Aula Pablo VI del Vaticano, y subrayó que el cristiano “es solidario con quien sufre, con quien llora, con quién es marginado, con quien se siente desesperado”.“Al mismo tiempo, el cristiano ha aprendido a leer todo esto con los ojos de la Pascua, con los ojos de Cristo resucitado. Y entonces sabe que estamos viviendo el tiempo de espera, el tiempo de un anhelo que va más allá del presente”.
“En la esperanza sabemos que el Señor quiere resanar definitivamente con su misericordia los corazones heridos y humillados y todo aquello que el hombre ha desfigurado en su impiedad, y que de esta manera Él regenera un mundo nuevo y una humanidad nueva finalmente reconciliados en su amor”.
En relación al cuidado de la creación, explicó que “a menudo estamos tentados a pensar que es de nuestra propiedad, una posesión que podemos explotar a nuestro placer y del cual no tenemos que rendir cuentas a nadie”.
Sin embargo, San Pablo “nos recuerda que es un don maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos, para que podamos entrar en relación con Él y podamos reconocer la impronta de su diseño de amor”.
“Cuando se deja tomar por el egoísmo, el ser humano termina de estropear también las cosas más hermosas que le han sido confiadas”, advirtió Francisco.
“Con la experiencia trágica del pecado, rota la comunión con Dios, hemos infringido la comunión originaria con todo lo que nos rodea y hemos terminado por corromper la creación, haciéndola así esclava, sometida a nuestra caducidad”.
Pero “el Señor no nos deja solos” y “también este cuadro desolador nos deja una perspectiva nueva de liberación, de salvación universal”.
“Si prestamos atención, en efecto, en torno a nosotros todo gime: la creación misma gime, gemimos los seres humanos y gime el Espíritu Santo dentro de nosotros, en nuestro corazón”.
Los gemidos del hombre son “consecuencia de nuestro pecado y todo, en torno a nosotros, lleva todavía el signo de nuestras fatigas, de nuestras faltas, de nuestras cerrazones”, dijo el Pontífice.
Sin embargo, “al mismo tiempo sabemos que hemos sido salvados por el Señor y ya nos ha dado el contemplar y pregustar en nosotros y en aquello que nos rodea los signos de la Resurrección, de la Pascua que obra una nueva creación”.